lunes, 29 de diciembre de 2025

Ensayo general del destino

 Respiro porque es un reflejo mecánico, o por el capricho de alguna deidad aburrida de tanta eternidad. Recuerdo no-recuerdos juntos, cosas que no vivimos, que no pudimos compartir, y me pregunto tantas noches el por qué.

Aunque yo me haya quedado atrás. Porque la costumbre es más fuerte que cualquier despedida. Hay noches en que me gustaría olvidarme de hacerlo, dejar que el aire pase de largo y se busque otro huésped menos roto. Pero vuelvo. Vuelvo siempre, como un perro que nunca aprende el camino contrario.

Te pienso sin tenerte, y eso también cansa. Es un ejercicio absurdo: repasar caricias que no existieron, peleas que no tuvimos, viajes que nunca hicimos porque la vida, tan prolija, nos sentó en mesas distintas. Inventé domingos con vos; inventé cafés; inventé tu risa apoyada en mi hombro. Fui culpable de ese delito mínimo: creer que alguna vez nos tocaba el milagro.

Me pregunto por qué, pero el porqué no contesta. Se queda mirándome como una puerta que no abre. Tal vez no había que entender nada. Tal vez éramos apenas un ensayo general, un borrador del destino que alguien arrugó antes de tiempo. Y, sin embargo, duele —lo digo sin maquillaje—: duele en los huesos, en esas partes del alma que los médicos no nombran.

Hay días en que me vuelvo conservador hasta el hueso y pienso que el amor debía haber sido sencillo: mirarte, elegirte y ya está; como antes, cuando las cosas no venían con manual ni diagnósticos ni “no era el momento”. Pero nos tocó esta época ansiosa, llena de ruidos, y vos y yo aprendimos a perdernos con elegancia.

Si algún día volvemos a cruzarnos —no lo prometo, no lo invoco—, quiero que al menos sepas esto: no fuiste un capítulo; fuiste el libro que no me animé a abrir.

Ensayo general del destino

 Respiro porque es un reflejo mecánico, o por el capricho de alguna deidad aburrida de tanta eternidad. Recuerdo no-recuerdos juntos, cosas ...